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El martirio se convirtió en una de las características de los anabautistas. Entre los que murieron por la fe a manos de las autoridades hubo innumerables testimonios de mérito, unos ignorados, otros inolvidables. No obstante, ninguno sobrepasó a la hora de la muerte a Michael Sattler. Su testimonio excepcional se transformó en símbolo de la fidelidad anabautista a la vista del siglo dieciséis, dondequiera que hallaba auditorio la historia de su heroico martirio.

Un día de mayo de 1527 Michael Sattler fue sentenciado a muerte en la ciudad imperial de Rottenburgo. La condena decía:

Michael Satler será entregado al verdugo, el cual le cortará en la plaza primeramente la lengua, luego le atará a un carromato y allí con unas tenazas al rojo vivo le desgarará el cuerpo dos veces, haciendo lo mismo yendo hacia el lugar de la ejecución durante cinco veces. En el lugar designado, quemará su cuerpo hasta reducirlo a cenizas por ser un archihereje.

¿Quién era este hombre? ¿Qué había hecho para tener que inclinar la cabeza ante la dura cólera de los jueces? La respuesta se encuentra, al menos en parte, en un estudio de la vida de Sattler.

Michael Sattler nació en Stauffen, cerca de Friburgo, Alemania, alrededor de 1490. En su juventud ingresó en el monasterio benedictino de St. Peter en Friburgo. Probablemente fue aquí donde consiguió su aventajada educación, teniendo oportunidad de asistir a las clases de la universidad local. En alguna parte obtuvo un amplio conocimiento de las lenguas griega y hebrea. Cuando salió del monasterio había alcanzado el grado de prior. Durante su estadía en el monasterio había comenzado a estudiar las epístolas paulinas, lo cual acrecentó su insatisfacción con el vicio y la hipocresía de sus compañeros los monjes. La nueva fe evangélica de Sattler originó una crisis que finalizó con la rotura de todos los lazos que le ligaban al monasterio y a la iglesia de Roma.

Después de dejar el monasterio se casó con una joven, a quien se describe como »una pequeña mujer, capacitada e inteligente». Su seriedad moral y su fidelidad la caracterizaron como una digna compañera de su marido. Por abrazar las doctrinas luteranas, Sattler fue forzado a abandonar Austria en 1525 a causa de la política de exterminación de los herejes del rey Fernando. Suiza estaba al margen de la tiranía de Fernando. En consecuencia, volvió a Zurich donde, bajo la influencia de Wilhelm Reublin, se convirtió al anabautismo. Inmediatamente se puso a la cabeza del nuevo movimiento. Se unio al ministerio evangelístico de Muntprat, de Constanza y de Konrad Winkler, de Wasserburg, quienes tenían reuniones clandestinas en los bosques. Pronto se transformó en el más importante de los tres. Las reuniones fueron descubiertas y Sattler expulsado del cantón. Después del destierro de Zurich, el 18 de noviembre de 1525, volvió a su ciudad natal, viéndose forzado a abandonarla otra vez luego de una breve estancia en ella.

Al igual que muchos otros antes y después de él, Sattler fue a Strassburgo que era en aquel momento la ciudad más liberal de Europa. Allí se granjeo el respeto de Bucer y Capito, pero fracasó en la tentativa de ganarles para la causa. Sin embargo, no fueron vanos sus esfuerzos. Durante el fracasado intento de ganar para el anabautismo a los reformadores de Strassburgo, aún se definió más la propia postura de Sattler. Ahora se encontraba lo suficientemente preparado para afrontar su próxima misión, la cual resultó ser el trabajo más importante de su trágica y breve existencia.

Contestando a la invitación de Reublin volvió a Alemania donde comenzó a trabajar en el norte de Rottenburgo, siendo su centro de actividades la ciudad de Horb.  Horb y sus alrededores respondieron fructíferamente a los esfuerzos de Sattler. La importancia de su influencia se aprecia en el hecho de que tuvo que predicar en una conferencia de anabautistas reunidos en Schleitheim el 24 de febrero de 1527. Desde esta reunión quedó aprobada la llamada Confesión de Schleitheim. Probablemente fue SattIer quien la bosquejó y la hizo circular entre los anabautistas alemanes y suizos antes de presentarla en la asamblea. Dicho documento constituye un testimonio de su habilidad y celo administrativos. Las primeras iglesias suizas y alemanas deben su estabilidad doctrinal y organizacional a la labor de Sattler.

No se pretendía que la Confesión de Schleitheim fuera una formulación doctrinal. No contiene estrictos conceptos teológicos. No se discuten tópicos tales como Dios, el hombre, la Biblia, la salvación, la iglesia, la escatología. Sus artículos tienen que ver con el orden y la disciplina dentro de las congregaciones. La atención se centra en el bautismo, la excomunión, la Cena del Señor, la separación del mundo, los pastores, el estado y los juramentos. Su articulado se presenta como un manual de la iglesia, igual que la Didaché del siglo segundo.

Naturalmente, hay una teología implícita en esta Confesión. Existe tal claridad de pensamiento al considerar el bautismo y la Cena del Señor, que desafía a cualquier interpretación sacramental. Los artículos que tienen que ver con la disciplina, el estado y el juramento indican una fundamental fidelidad a la fe y práctica de los hermanos suizos. La precaria existencia de las pequeñas congregaciones anabautistas desparramadas a lo largo de todo el sur de Alemania, se refleja en la siguiente selección sobre los pastores:

“El pastor de la congregación debe ser…..aquel que tenga buen testimonio de aquellos que son ajenos a nuestra fe. Su oficio tiene que ver con todas aquellas cosas que conciernen al cuerpo de Cristo para cuidar de cómo tiene éste que sustentarse e incrementarse para que sea honrado y alabado el nombre de Dios a través nuestro, y calle la boca de la blasfemia. Pero sabed que su sostenimiento, si es que, lo necesita, debe ser sufragado por la iglesia que le elige… Y a un pastor que es desterrado o conducido a la presencia del Señor por la muerte, debe sustituirle inmediatamente otro, a fin de que no se disgregue sino que se preserve la manada de Dios por la exhortación y de que tengan consuelo”.

Mientras continuaba la asamblea de Schleitheim, los anabautistas fueron descubiertos por las autoridades de Rottenburgo, cerca del río Neckar. De vuelta a Horb fueron apresados Sattler y su mujer, la esposa de Reublin, Matthias Hiller, Veit Veringer, de Rottenburgo, y un numeroso grupo de hombres y mujeres de la ciudad de Horb. Los oficiales gubernamentales tuvieron inmediata conciencia de la importancia de Sattler. Le hallaron en posesión de la Confesión de Schleitheim y de algunos documentos concernientes a la fuerza y actividades de los anabautistas. Debido a este hecho y a la presencia de muchos anabautistas y simpatizantes en la ciudad, los prisioneros fueron trasladados de Horb a Binsdorf.

Desde la torre de Binsdorf Sattler escribió una conmovedora carta de consuelo a su amada congregación de Horb. Esta misiva es ejemplo de las cartas anabautistas escritas en prisión y abunda en referencias a las Escrituras, acentúa el amor a todos los hombres y está completamente exenta de amargura. Sattler encabeza la carta con una salutación trinitaria:

»Amados compañeros en el Señor; la gracia y la misericordia de Dios nuestro Padre celestial, que nos vienen por Jesucristo nuestro Señor, y el poder de su Espíritu, sean con vosotros, hermanos y hermanas, amados de Dios».

El hincapié sobre el amor como máxima motivación de la vida cristiana, encuentra en la admonición de Sattler una pronunciada característica.

“Si tenéis amor a vuestros prójimos no desearéis su castigo ni su excomunión, no buscaréis vuestro propio provecho, no pensaréis mal, no seréis ambiciosos, y finalmente, no seréis jactanciosos; por el contrario, vosotros seréis misericordiosos, justos, indulgentes en todas las cosas, sumisos y compasivos ante el débil y el enfermizo. (1 Corintios 13:4﷓8; Gálatas 5:22; Romanos 15:8; 1 Corintios 8:13.)”

De la misma forma que un pastor fiel cuya primera consideración a pesar de la perspectiva de la muerte es el bienestar de las ovejas, Sattler trata de preparar a sus seguidores para lo inevitable en los últimos párrafos de su carta.

“Y no permitáis a nadie que os quite el fundamento puesto por las Sagradas Escrituras y sellado con la sangre de Cristo y con la de muchos de sus fieles testigos… Sin duda que los hermanos os habrán informado ya de que algunos de nosotros estamos encarcelados … En este momento, nuestros adversarios presentan numerosas acusaciones contra nosotros. Ya nos han amenazado con la horca, y con el fuego y la espada. En este punto me someto enteramente a la voluntad del Señor y me preparo junto a todos mis hermanos y a mi esposa, a morir por el honor de su testimonio… de aquí que considere necesario animaros con esta exhortación, a seguirnos en la contienda por Dios, para que os sintáis consolados y no os desaliente la corrección del Señor… Resumiendo, amados hermanos y hermanas, esta carta será mi despedida de vosotros, los que amáis a Dios en la verdad y le seguís…..Guardaos de los falsos hermanos; os advierto de este modo porque probablemente el Señor me llamará a estar con él. Espero en mi Dios; orad sin cesar por todos los que están cautivos; Dios sea con todos vosotros. Amén”.

Esta sospecha que sentían los prisioneros estaba completamente justificada. Iban a ejecutarlos. Se encontraban en manos de las autoridades austriacas, las cuales tenían la jurisdicción de Rottenburgo. Fernando, el rey católico de Austria, habla declarado que el mejor antídoto contra el anabautismo era «el tercer bautismo» (la muerte por asfixia en agua). Debido a la importancia de Sattler para el movimiento anabautista, Fernando sugirió que fuera ahogado inmediatamente. Las autoridades encabezadas por el Conde Joachim, empero, quisieron dar a este «caso eclesiástico» alguna apariencia de justicia. La demora en asegurar la presencia de representantes teológicos de las universidades católicas hizo necesario posponer la vista hasta el 15 de mayo. Finalmente, dos doctores de la universidad acordaron participar en el juicio. No eran doctores en derecho como se había solicitado, sino en arte. Vinieron también dos representantes de Ensisheim, ciudad notable por su mal gobierno y los juicios contra herejes.

El 15 de mayo se reunió la corte con veinticuatro jueces. El presidente de este imponente cuerpo era el Landeshauptiman, Conde Joachim de Zollern. El defensor era el Mayor de Rottenburgo, Jacob Halbmayer, un abogado antipático. Sattler hizo responsable a Halbmayer de la marcha y sentencia del juicio.

La causa comenzó realmente el 17 de mayo. Catorce reos había en el banco de los acusados. Al principio se les concedió la oportunidad de elegir a sus defensores. Sattler, quien era el interlocutor del grupo, declinó el ofrecimiento alegando que no se trataba de una cuestión legal. Según la palabra de Dios, dijo, no tenían derecho a apelar a la ley en asuntos religiosos. Su alegato fue cortés pero definitivo. En su respuesta, Sattler se dirigió sabiamente a los jueces como siervos de Dios, reconociendo su autoridad pero negándoles la jurisdicción. Asimismo dudó de la competencia de la corte.

Después, el Conde Joachim procedió a leer los cargos contra los acusados. Los siete primeros eran contra todos los reos y contra Sattler hubieron dos más.

1.﷓ El y sus seguidores actuaban contrariamente al decreto del emperador.

2.﷓ Sattler enseñaba, creía y sostenía que el cuerpo y la sangre de Cristo no estaban presentes en el sacramento.

3.﷓ Enseñaba y creía que el bautismo infantil no proporcionaba la salvación.

4.﷓ Rechazaban el sacramento de la extremaunción.

5.﷓ Despreciaban e injuriaban a la Madre de Dios, y condenaban a los santos.

6.﷓ Sattler declaraba que los hombres no debían jurar ante el magistrado.

7.﷓ Ha promovido una nueva costumbre para tomar la Cena del Señor, colocando pan y vino en plato y comiendo y bebiendo ambos.

8.﷓ Contrariamente a la norma, se ha casado.

9.﷓ Dijo que si los turcos invadían el país no debíamos oponerles resistencia, y que si él aprobaba la guerra y tenía que tomar partido contra alguno de los bandos, lo haría contra los cristianos en vez de contra los turcos. Importa pues, saber, cuáles son los enemigos de nuestra fe.

Todas estas acusaciones revelan una enorme incomprensión de las creencias anabautistas y ninguna simpatía por las enseñanzas que eran claras de entender. La quinta acusación es claramente una caricatura del concepto anabautista y la séptima uno de los muchos rumores sin fundamento. La acusación primera, sexta y novena tenían que ver con casos civiles. La primera se basaba en la premisa de que »el emperador es el protector de la iglesia, premisa y conclusión de la iglesia medieval ﷓ y la iglesia no es otra que la católica romana. La iglesia, su doctrina, su organización, su ley, eran únicamente válidas en terreno austriaco». El cargo noveno fue el más perjudicial. A nadie temían tanto los austriacos como a los turcos. Conscientes o no de la mal explicada postura de Sattler, las autoridades utilizaron esta acusación como el golpe de gracia para condenarle ante el mundo.

Después de leer y discutir los cargos, Sattler pidió que se le volvieran a leer. En este punto el secretario que procedía de Ensisheim, se mofó sarcásticamente de él:

»Se ha jactado de poseer el Espíritu Santo. Me parece que si esa presunción fuera cierta, seria innecesario concederle lo que pide; porque si tiene el Espíritu Santo, como él dice, lo relatará todo cuanto aquí se ha hecho».

 Imperturbable, Sattler repitió su solicitud, la cual le fue concedida al fin a regañadientes.

La defensa de Sattler fue hábil y brava. En respuesta a la primera acusación señaló que los mandatos imperiales eran contra los luteranos. Decían que no debían seguirse las doctrinas y errores luteranos, sino el evangelio y la palabra de Dios.

«Hemos observado esto», dijo, «porque no estoy enterado de que nosotros hayamos actuado contra el evangelio y la palabra de Dios; para ello apelo a la palabra de Cristo».

Aceptó como válida la segunda acusación, defendiendo la postura anabautista con numerosas referencias bíblicas. No negó el tercer cargo, pero aprovechó la ocasión para afirmar la creencia del bautismo de los creyentes. Al hablar de la cuarta acusación, Sattler distinguió entre el aceite creado por Dios que es bueno y el aceite de la extremaunción que no es mejor.

»Lo que ha hecho Dios es bueno, y no se debe rechazar; pero negamos lo que pretenden haber hecho mejor el papa con sus obispos, monjes y sacerdotes; porque el papa no ha hecho nunca nada bueno.»

En cuanto a la Virgen María, dijo:

“Nunca injuriamos a la madre de Dios ni a los santos; al contrario, creemos que la madre de Cristo debe ser apreciada sobre todas las mujeres; porque ella tuvo la merced de dar a luz a nuestro Redentor”.

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