Fuente: Gerhard Ratzlaff, «Historia, Fe y Prácticas Menonitas: Un enfoque Paraguayo»

Hans Denck era un dirigente singular, único entre los dirigentes anabautistas. De carácter tímido, introvertido y místico. En Basilea había estudiado bajo el famoso humanista Erasmo, quién le abrió los ojos sobre muchas falencias en la iglesia católica Romana. Tenía un excelente dominio del hebreo, del griego y del latín. Más tarde, junto con otro joven erudito, Ludwig Hatzer, hizo una genial traducción de los profetas del hebreo al alemán, que años después fue usada por Lutero para hacer su traducción.

A los 28 años fue nombrado rector de la escuela San Sebaldus en Nuremburgo. En un principio se unió a la reforma de Lutero, pero por no por ver «los frutos en vida» se alejó de él.

Denck pensó y actuó en términos prácticos; no tenía mucho interés en una teología dogmática y en las ceremonias y formalidades de las iglesias, fueran estas católicas, protestantes o de sus propios hermanos en la fe. Su lema era: «Nadie puede conocer a Cristo si no le sigue en la vida». La vida y el ejemplo de Jesús eran fundamentales para él. También mostraba tolerancia a los que pensaban diferente a él.

Para Denck, Dios otorga su gracia a todos los humanos, a quienes confiere la dignidad responsable de la decisión frente a la misma gracia, el libre albedrío: «no es suficiente que Dios esté en ti, tú debes estar en Dios». Nadie puede gloriarse de sus obras ni de su fe como si las hubiera adquirido por sí mismo, porque provienen sólo de Dios, cuyo amor por los humanos se revela en Jesús.

«No hay que negar la Palabra que está en el corazón, sino escuchar con celo y seriedad lo que Dios quiere decir dentro de nosotros… no hay que desechar ningún testimonio, sino escuchar y examinar todo»; la única forma de entender las Escrituras es evitar el sectarismo y dejar que el Espíritu Santo guíe la exégesis viva y la Palabra viva en el corazón. Según Denck, «a Cristo nadie lo puede conocer bien, a no ser que lo siga en vida».

Las autoridades luteranas de Nuremburgo sospecharon de sus creencias. Pidieron que les entregara un testimonio de su fe por escrito. Con toda franqueza él confesó no estar seguro de si ya tenía la verdadera fe, pero que la estaba buscando sinceramente. Pidió a Dios que le ayude. El 25 de enero de 1525 (justo el día en que nace la iglesia anabautista en Zurich, Suiza) la autoridades decidieron su expulsión de la ciudad por herejía.

Dnck se juntó con los anabautistas en Augsburgo donde fue bautizado por el Dr. Balthasar Hubmaier. A continuación desarrolló una actividad muy fructífera al frente de la iglesia anabautista en esa ciudad.

Los pastores luteranos lamentaban: «La actividad de Hans Denck es como un cáncer que destruye muchas almas». A consecuencia de esto fue expulsado de la ciudad. Buscó otro refugio pero no lo encontró y permaneció deambulando de un lugar a otro.

Aprovechó el tiempo para traducir los profetas del A.T. Ya enfermo llegó a Basilea, donde había estudiado. Era una ciudad reformada y su pastor Johanes Ockolampad era un fuerte opositor de los anabautistas. En una carta Denck se dirigió a él con la honestidad que lo caracterizaba y le describió su situación deplorable como exiliado, y le pidió asilo.

Ockolampad lo recibió y le pidió que le escriba su confesión de fe. Denck lo hizo y poco tiempo después, en noviembre de 1527 murió a consecuencia de la peste.

Después de su muerte Ockolampad publicó la confesión bajo el mal intencionado título: «La retracción de Hans Denck». Pero el texto nada tenía que ver con una «retracción». Allí Denck expuso claramente que una fe sin la debida obediencia en la vida era autoengañarse a uno mismo». Señaló que la obediencia tiene que manifestarse con el corazón, la boca y con los hechos.

En cuanto al bautismo y la santa cena señaló cosas significativas: La clarificó entre «las ceremonias» y dijo que en sí mismas no valen nada. Escribió que «los que confían en ellas tienen una superstición» (Aberglauben).Indicó que el bautismo de niños era una ordenanza sin base bíblica, aunque su postura era que no debía haber discordia sobre el el tema. Pensaba que el bautismo de niños no perjudicaba a nadie y no tenía ningún efecto en el que lo recibía (el niño). Creía que era una tontería poner demasiado énfasis en el bautismo ni en la santa cena.

En cuanto al juramento manifestó que no es importante jurar o levantar la mano, sino que lo importante es cumplir con amor. Resumiendo, su principal mensaje era que el amor tenía que estar sobre todas las cosas. Por este motivo, muchos lo recuerdan por «el apóstol del amor». También algunos lo llaman «el genio contemplativo del movimiento anabautista». 


Anabautista Digital 500 – La Reforma Radical en Español – #anabautistas500