Extracto tomado del libro Vivir desde el futuro de Dios, de Alfred Neufeld, pp. 450, 451.

La presencia política de cristianos se debe caracterizar por su lealtad y fidelidad a Cristo. Si la esencia de la ética cristiana consiste en hacer conocer el carácter de Dios revelado en el camino de Cristo, entonces la ética política tiene que caracterizarse por la fidelidad a Cristo y a su camino.

Habrá áreas y dimensiones de gestión política donde la fidelidad a Cristo será implementada con cierta naturalidad. Tales áreas se encuentran en el ámbito de los servicios, la educación, la salud, el desarrollo económico y comunitario, la fiscalización y la transparencia de la gestión pública.

Otos ámbitos tienden a tener estructuras bastante incompatibles con el Espíritu de Jesús, como lo son las fuerzas militares y policiales.

No obstante, la presencia cristiana y los modelos de ética cristiana no deberían excluir a ningún ámbito de la vida pública: la administración de justicia, la politica económica, la administración de medios y vías de comunicación, la administración agraria y forestal, la industria y el comercio, la hacienda del estado. Todo aquello no necesita ser ajeno al Espíritu y el camino de Cristo.

Como la gestión política involucra a aquellos que creen y también a aquellos que todavía no creen en Cristo como Señor y Salvador, la presencia cristiana será testimonial y no impositiva.

Y como el mundo todavía se bate entre la luz y las tinieblas, entre el reino de Dios y los príncipes de este siglo, la política cristiana no siempre va a ser del todo purista. Cualquier político cristiano sabe que a veces cometerá errores, que necesitará del perdón, y que optará por males menores.

En el discernimiento con respecto a la fidelidad a Cristo en la gestión pública, el político cristiano va a depender fuertemente de la hermenéutica comunitaria de su iglesia local.


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