Fuente: Convivencia Radical: Espiritualidad para el Siglo 21 . pp. 17 y 18

Las siguientes descripciones que hace el Nuevo Testamento acerca de la espiritualidad ofrecen pautas para evaluar la autenticidad de una espiritualidad cristiana particular.

  1. Una espiritualidad cristiana se basa en la promesa divina. El Dios de la Biblia es el que promete salvar a su pueblo, liberándolo de los poderes del mal. ninguna realización histórica agota toda la promesa divina. Saludamos, con acciones de gracias, todos los signos y los cambios claramente alineados la dirección del Reino de Dios. Sin embargo, para los cristianos son expresiones históricas provisorias, pues aún esperamos el advenimiento definitivo del reino. Nuestro seguimiento de Jesús debe ser siempre. un anticipo del Reino que viene.
  2. Esta espiritualidad también se expresa en la esperanza, y consiste en creer en aquello que parece ser imposible: la reconciliación de los seres humanos entre sí y con Dios en una convivencia radical caracterizada por la justicia y la paz. Por eso el gozo es característica fundamental de la comunidad mesiánica, la cual confía más en el poder de Dios que en sus propias posibilidades. esta esperanza gozosa otorga a los discípulos de Jesús esa seguridad y confianza necesaria para vivir —contra la corriente— los valores propios del Reino de Dios. En la economía de Dios no se echará a perder ningún esfuerzo que corresponda al reino de Dios y su justicia (Heb 1.11ss; Ro 5.4ss.).
  3. Una espiritualidad evangélica implica solidaridad con el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesús. De la misma forma en que Jesús vivió y murió, «el justo por los injustos», así también la salvación de los opresores vendrá mediante las acciones y el sufrimiento de los oprimidos. La experiencia del pueblo mesiánico ha sido que la salvación sólo viene a través del sufrimiento vicario de Jesús. pero aunque confesamos que la muerte y la resurrección de Jesús han sido únicas en su virtud salvífica, no son exclusivas: los discípulos de Jesús seguimos padeciendo «lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo» (Col 1.24).
  4. Según el Nuevo Testamento, la finalidad de la obra salvífica de Cristo es la restauración de la comunión entre la humanidad alienada y Dios. La restauración de relaciones fraternales en la familia de Dios requiere la transformación de hombres y mujeres egoístas en hermanos y hermanas caracterizadas por la convivencia radical del amor. Esta comunión se experimenta donde los bienes se comparten para el bienestar común y donde la autoridad se expresa en el servicio mutuo (Mt 20,25-28; Hch 2,43-45; 4,32-35). Tanto el ejemplo de Jesús, como el de la comunidad cristiana primitiva señalan que la comunión auténtica se caracteriza por aproximaciones radicalmente nuevas a cuestiones como el ejercicio del poder político y económico.
  5. La convivencia radical del amor caracteriza a toda espiritualidad auténticamente cristiana. No sólo es cuestión de no hacer mal al prójimo sino también de buscar su bien. Amar como Dios nos ha amado en Cristo implica ofrecer la vida por los hermanos en formas concretas (1 Jn 3,16-17). El
    amor de Dios es más que el amor que Dios tiene para con nosotros; También es más que el amor que debemos tener hacia Dios. En el fondo, es amar tal como Dios ama; es estar dispuesto a jugarse la vida por el prójimo, en un acto heroico y desprendido o en el largo proceso de ir poniendo la vida poco a poco en las relaciones rutinarias de todos los días.