La nueva Jerusalén celestial

La iglesia está descrita también en términos cívicos y de nacionalidad. Todo el particularismo divino con la nación de Israel tuvo por meta ilustrar la calidad cívica y política de la presencia de Dios en la humanidad redimida. Como tal, Jerusalén fue modelo cívico en el antiguo pacto, y la Jerusalén celestial que desciende es una imagen apocalíptica con respecto a la iglesia.

  1. Vivir en la Jerusalén celestial habla de éxodo. Los que viven en la Jerusalén, «huyeron de Babel». Los que conquistan la tierra prometida, abandonaron a Egipto, su régimen esclavizante y su religión idolátrica. Los que renuncian a fanatismos patrióticos nacionalistas, lo hacen porque se sienten ciudadanos de la nueva Jerusalén celestial. Los que le dan a Dios lo que es de Dios, no le dan a Cesar lo que es de Dios.
  2. Ser ciudadano de la nueva Jerusalén habla de nueva nacionalidad. Las identidades tribales, nacionales, culturales, denominacionales y clasistas pasan a un nivel secundario. Lo primario es la identificación como ciudadanos de la nueva Jerusalén. Ésta es una ciudadanía abarcadora que provee identidad y cosmovisión para todos los ámbitos de la vida: la familia, la economía, la estructura y convivencia social, el arte y la ciencia, la forma de resolver conflictos, la forma de educar y socializar a la generación venidera, etc.
  3. La nueva Jerusalén celestial que desciende es también una imagen para la venida del reino de Dios. El Reino ya existe, pero todavía no existe. El Reino es realidad, pero también es utopía: no hay un lugar geográfico específico (un «topos»), donde ya se realiza a plenitud. Vivir en la nueva Jerusalén significa vivir en tensión. Es la soledad de aquellos que se oponen al «monstruo grande que pisa fuerte toda la pobre ignorancia de la gente». Es la soledad de aquellos a quiénes «la guerra no les deja indiferente», y que por eso «solos tienen que andar, para vivir una cultura diferente».

Neufel, Alfred. (2006) Vivir desde el Futuro de Dios. Introducción a la teología cristiana. Ediciones Kairós. Págs. 274 – 275.


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